Ayer visité el Colegio San Antonio Abad de Humacao para llevarles a los estudiantes la presentación de Indóciles. Fue una actividad muy animada con montones de preguntas en la que los chicos me obsequiaron con ilustraciones de su autoría y una multitud de sugerencias para que escriba Indóciles 2. Hasta hubo que interrumpirlos porque los estudiantes seguían opinando a pesar de que ya era la hora del almuerzo.
Le agradezco la invitación a la maestra Rosanette Ortiz Cruz y la bienvenida a la biblioteca de la Sra. Brunilda Ruiz.
Y ahora les cuento del momento sublime que viví allí: me llevaron a almorzar y en la cafeteria, LA DE LOS ESTUDIANTES, tenían un envase de pegao (sí, me refiero a la raspa de la olla del arroz). Si no eres amante del pegao no vas a entender mi emoción, pero si conoces del exquisito placer de hacer una bolita de pegao y jampeártela aunque después te tengan que hacer el Heimlich, tú me entiendes. Me lo comí con las manos que es como se debe hacer.
Salí muy impresionada y no solo por la comida. Me sorprendió el colegio como tal: las extensas áreas verdes que te transportan del bullicio citadino, la comodidad que brinda la amplitud de espacio, las facilidades tan variadas: pantalla de TV en todos los salones, parque de pelota, piscina semi olímpica, estación de radio, la cafetería, hasta canal de YouTube.
Definitivamente, quiero volver.





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